En nuestro país, es algo que no saben muchos venezolanos, vive varios miles de personas Sordas cuya primera lengua es una lengua de señas, esto es, una lengua que se “habla” con las manos y las expresiones y posturas del cuerpo y de la cara. Y tal lengua viene siendo llamada, desde hace más de una década, Lengua de señas venezolana (LSV, le diremos de ahora en adelante).
Este artículo va a dedicarse a explicar qué son y cómo surgen las lenguas de señas. Además de eso, comentaremos lo que hasta ahora sabemos del origen de la LSV, y ofreceremos, para quienes no conocen todavía esta lengua, algunos datos esenciales sobre su comunidad de usuarios.
¿Lenguas de señas?
Los seres humanos nacemos con una capacidad biológica para aprender las lenguas que se hablen alrededor nuestro. Que las lenguas son sistemas muy complejos es algo que comprueba fácilmente todo el que intenta aprender alguna cuando ya es adulto. Las lenguas están formadas por muchas reglas gramaticales, y de pronunciación, y por muchos usos y giros, y por una enorme cantidad de vocabulario, y por no pocas excepciones a las reglas, y eso hace que aprenderlas sea una tarea exigente. Los niños, sin embargo, no parecen enterarse de la existencia de tales dificultades, y desde muy temprano empiezan a apropiarse sin complicación aparente de las lenguas de su entorno. Basta que se hable a su alrededor lo suficiente. Esa habilidad descansa en el hecho que cuentan con la capacidad innata para el lenguaje de la que hablaba en la primera línea de este párrafo.
Cuando alguien nace sordo, es decir, con algún tipo de daño en su sistema de percepción auditiva, no puede escuchar lo que se habla en su entorno, y de allí que tampoco pueda usar esa capacidad natural para aprender la lengua que hablan quienes están alrededor suyo. El mecanismo para adquirir una lengua está allí, en su cerebro, usualmente intacto, pero no llegan hasta él los datos que se requieren para echarlo a andar.
La naturaleza se las ingenia entonces para suplir la falta del sentido del oído. Los sordos no oyen, pero ven, y se dan cuenta de que una enorme cantidad de información se comunica con las expresiones de la cara, con las posturas y movimientos corporales, y comienzan a hacer uso de esos recursos para expresarse. Cuando una persona hace una pregunta en español, por dar un ejemplo, suele hacer gestos como encoger los hombros, o fruncir el ceño. El contexto le permite al sordo darse cuenta de que de ese modo puede también preguntarse, y hace de esos gestos su estrategia para inquirir información. El sordo se da cuenta, también, de que las manos le permiten representar muchos objetos, y acciones, y comienza a explotar todos esos recursos para comunicarse con el mundo exterior.
Si un sordo crece aislado, es decir, cuando es el único sordo que vive en un lugar, desarrollará un sistema de comunicación visual propio, que le permitirá comunicarse con su familia y con otras personas oyentes que lo rodean. Un sistema como éste suele ser bastante rudimentario, pero le permite al sordo resolver sus necesidades más elementales. Tal sistema, que normalmente desaparece cuando esa persona sorda muere, no es todavía lo que llamamos una lengua de señas. Lo podemos llamar ‘código señado casero’, o ‘familiar’, por ejemplo.
Una lengua de señas es un sistema mucho más rico y complejo. Para que surja, es necesario que se verifiquen otras condiciones. Una de ellas es que haya un grupo de sordos que vivan en un mismo lugar y puedan, a lo largo del tiempo, construir juntos un sistema de comunicación cuyas funciones no sean únicamente resolver los problemas cotidianos, sino también ofrecer herramientas para contar historias, para discutir, para jugar y hacer chistes, para representar lo que se piensa y se siente con variedad de matices. Eso sólo puede ocurrir a lo largo de años de interacción entre esas personas Sordas.
En Venezuela esto ocurrió bastante más tarde, a mediados de la década de 1930, cuando se fundó en Caracas el Instituto Venezolano de Ciegos y Sordomudos (la primera escuela que dio a los niños sordos venezolanos atención específica). Fue entonces cuando se crearon en nuestro país las condiciones para el surgimiento de una lengua de señas. En una entrevista hecha hace algunos años a ancianos Sordos que visitaron esa escuela, declaraban ellos que al llegar allí casi todos traían consigo códigos caseros de señas, y que podían leer un poco los labios de quienes les hablaban en español, pero que fue en la escuela cuando empezaron a desarrollar una lengua verdadera. Allí ocurrió algo todavía más interesante, y es que esos ancianos declaran que sólo entonces, cuando empezaron formar su lengua de señas, fue cuando comenzaron a pensar y a razonar ordenadamente. Sin lengua no hay pensamiento articulado.
“Alejandro Oviedo”